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"La sexualidad es una parte integral de la personalidad de todo ser humano. Se construye a través de la interacción entre el individuo y las extructuras sociales. El desarrollo pleno de la sexualidad es esencial para el bienestar individual, interpersonal y social."

Declaración Universal de los Derechos Sexuales


jueves, 13 de mayo de 2010

ABUSO SEXUAL INFANTIL

Abuso sexual infantil
 De manera genérica, se considera abuso sexual infantil a toda conducta en la que un menor es utilizado[1] como objeto sexual por parte de otra persona con la que mantiene una relación de desigualdad, ya sea en cuanto a la edad, la madurez o el poder.[2] Se trata de un problema universal que está presente, de una u otra manera, en todas las culturas y sociedades y que constituye un complejo fenómeno resultante de una combinación de factores individuales, familiares y sociales. [...] Supone una interferencia en el desarrollo evolutivo del niño y puede dejar unas secuelas que no siempre remiten con el paso del tiempo.[3]El abuso sexual constituye una experiencia traumática y es vivido por la víctima como un atentado contra su integridad física y psicológica, y no tanto contra su sexo, por lo que constituye una forma más de victimización en la infancia, con secuelas parcialmente similares a las generadas en casos de maltrato físico, abandono emocional, etc.[4] Si la víctima no recibe un tratamiento psicológico adecuado, el malestar puede continuar incluso en la edad adulta.En su mayoría, los abusadores son varones (entre un 80 y un 95% de los casos) heterosexuales que utilizan la confianza y familiaridad, y el engaño y la sorpresa, como estrategias más frecuentes para someter a la víctima. La media de edad de la víctima ronda entre los 8 y 12 años (edades en las que se producen un tercio de todas las agresiones sexuales). El número de niñas que sufren abusos es entre 1,5 y 3 veces mayor que el de niños.[5]Los niños con mayor riesgo de ser objeto de abusos son:aquellos que presentan una capacidad reducida para resistirse o para categorizar o identificar correctamente lo que están sufriendo, como es el caso de los niños que todavía no hablan y los que tienen retrasos del desarrollo y minusvalías físicas y psíquicas; aquellos que forman parte de familias desorganizadas o reconstituidas, especialmente los que padecen falta de afecto que, inicialmente, pueden sentirse halagados con las atenciones del abusador; aquellos en edad prepuberal con claras muestras de desarrollo sexual; aquellos que son, también, víctimas de malos tratos.[6] Según un cálculo de las llamadas «cifras ocultas»,[7] entre el 5 y el 10% de los varones han sido objeto en su infancia de abusos sexuales y, de ellos, aproximadamente la mitad ha sufrido un único abuso.Los abusos a menores de edad se dan en todas las clases sociales, ambientes culturales o razas. También, en todos los ámbitos sociales, aunque la mayor parte ocurre en el interior de los hogares y se presentan habitualmente en forma de tocamientos por parte del padre, los hermanos o el abuelo (las víctimas suelen ser, en este ámbito, mayoritariamente niñas). Si a estos se añaden personas que proceden del círculo de amistades del menor y distintos tipos de conocidos, el total constituye entre el 65-85% de los agresores.[8]Los agresores completamente desconocidos constituyen la cuarta parte de los casos y, normalmente, ejercen actos de exhibicionismo; sus víctimas son chicos y chicas con la misma frecuencia.El 20-30% de los abusos sexuales a niños son cometidos por otros menores.Es un acto considerado un delito por la legislación internacional y la mayoría de los países modernos, aunque no siempre haya una correspondencia entre el concepto psicológico y el jurídico del problema y no exista consenso sobre los procesamientos jurídicos de los abusadores.Tanto los testimonios de adultos y niños sobre haber sido objeto de abusos sexuales suelen ser ciertos. Respecto de los adultos, el síndrome de la «memoria falsa» suele ser poco frecuente debido a que se trata de sucesos que dejan una impronta muy relevante en la memoria. En cuanto a los niños, solo un 7% de las denuncias resultan ser falsas; el porcentaje aumenta considerablemente cuando el niño está viviendo un proceso de divorcio conflictivo entre sus padres.[9] // Concepto La definición de «abuso sexual a menores» puede realizarse desde dos ópticas: la jurídica y la psicológica, que no siempre coinciden, por cuanto la valoración jurídica de esas conductas sexuales está condicionada por el criterio objetivable del grado de contacto físico entre los órganos sexuales de agresor y víctima, algo que no necesariamente correlaciona con la variación en el grado de trauma psicológico.[10]Desde el punto de vista jurídico, los abusos sexuales a menores se han concretado en figuras tales como la «violación», cuando se trata de un menor de 13 años y hay acceso carnal, el «abuso deshonesto», cuando no hay acceso carnal en menores de 13 o mayores mediando engaño o intimidación, y «estupro» cuando se trata de una persona mayor de 13 y menor de 16.[11]Desde un punto de vista psicológico, no existe unanimidad entre los especialistas a la hora de definir con precisión el concepto de «abuso sexual a menores»; los aspectos que diferencian unas definiciones de otras son, entre otros, los siguientes:la necesidad o no de que haya coacción o sorpresa por parte del abusador hacia el menor; para muchos autores, la mera relación sexual entre un adulto y un menor ya merece ese calificativo, por cuanto se considera que ha mediado un «abuso de confianza» para llegar a ella. la necesidad o no de la existencia de contacto corporal entre el abusador y el menor; aquellos que no lo consideran necesario, incorporan al concepto de «abuso» el «exhibicionismo», esto es, la obligación a un menor de presenciar relaciones sexuales entre adultos o, incluso, de participar en escenificaciones sexuales. la cuestión de las edades: tanto en lo que se refiere a si el abusador tiene que ser mayor que el menor, como al valor de esa diferencia y la edad concreta de ambos (la edad máxima para el menor oscila entre los 15 y 12 años en la mayoría de los estudios; en cuanto al abusador, lo habitual es que se sitúe entre 5 y 10 años mayor que la del niño, según sea menor o mayor, respectivamente, la edad de este). también existen investigaciones en las que se consideran abusos sexuales los producidos entre jóvenes de la misma edad; por último, en otros casos se subraya especialmente la relevancia del abuso sexual «percibido», esto es, se considera específicamente como caso de «abuso sexual a un menor» cuando hay repercusiones clínicas en éste. Con todo, existe cierto consenso en la idea de queel límite que traspasa la evolución natural de la sexualidad infantil y nos permite hablar de una sexualidad abusiva se produce en el momento en que el/la menor pierde el control sobre su propia sexualidad y con ello del autodescubrimiento de su cuerpo y su placer para ser instrumentalizado en beneficio de un placer ajeno del que no es protagonista, y con una persona con la que está en una relación de asimetría de algún tipo de poder: control, edad, madurez psicológica o biológica [...].[12]
Extensión del problemaLa relativa imprecisión del concepto de «abuso sexual» es el primero de una serie de factores que impiden una identificación precisa del alcance del problema dentro de la sociedad actual, por cuanto por su identidad tabú favorece su ocultamiento y silenciamiento. En segundo lugar, es un problema también que la mayoría de lo abusos se produzcan sin testigos, por lo que la única vía para su revelación sea el testimonio de la víctima. En tercer lugar, la condición de menor de esta implica que pocos casos sean los denunciados, ya sea por su incapacidad para comunicarlos, ya por el miedo que sienten, ya por no ser conscientes de haber sido sometidos a algo catalogable como «abusos». En cuarto lugar, dado que la mayoría de estos abusos se cometen en el interior de las familias o de círculos muy próximos al menor, es frecuente que se creen estrategias de ocultamiento extraordinariamente eficaces.De acuerdo con lo anterior, la realización de estudios o encuestas encaminadas a determinar la extensión de la práctica de abusos sexuales está condicionada por múltiples factores, lo que obliga a tomar sus resultados con cierta cautela.Entre los estudios más destacados desarrollados para evaluar la prevalencia de los abusos cometidos contra menores a nivel internacional destaca el efectuado [...] por Finkelhor (1994) [...]. Los datos muestran [...] que los abusos sexuales a menores constituyen un grave problema que se extiende internacionalmente, siendo Estados Unidos (27% de las mujeres y 16% de los varones) y España (22,5% de las mujeres y 15% de los varones) los países en los que se encuentran los mayores porcentajes de prevalencia disponibles [...], aunque [...] se incluye todo tipo de abusos, ya que se parte de definiciones de amplio espectro [...]. Estudios [...] como el de Gorey y Leslie (1997) después de revisar los datos disponibles en los últimos treinta años en Estados Unidos concluyen que la prevalencia de abusos sexuales es del 22,3% para las mujeres y del 8,5% para los varones. Por su parte, Fleming, Muller y Bammer (1997) en su revisión exponen que entre el 15-30% de las mujeres y el 5-15% de los varones han estado expuestos a alguna forma de actividad sexual no deseada durante su infancia.[20]El abusador Características generales Los abusadores sexuales de menores son, mayoritariamente, hombres (aproximadamente, un 87%, y de más edad que los agresores de mujeres adultas, respecto de los que desempeñan profesiones más cualificadas y mantiene trabajos más estables) casados y familiares o allegados del menor, por lo que tienen una relación previa de confianza con este (solo entre el 15 y el 35% de los agresores sexuales son completos desconocidos para el menor); cometen el abuso en la etapa media de su vida (entre los 30 y los 50 años), aunque la mitad de ellos manifestaron conductas tendentes al abuso cuando tenían menos de 16 años (recuérdese que entre un 20 y un 30% de las agresiones sexuales a menores son cometidas por otros menores). Las mujeres abusadoras suelen ser mujeres maduras que cometen el abuso sobre adolescentes.El abusador sexual es una persona de apariencia, inteligencia y vida normal. Con todo,suelen presentar rasgos marcados de neuroticismo e introversión, así como inmadurez (en forma de infantilismo, por ejemplo). No obstante, la pedofilia suele aparecer junto con otra parafilia —el exhibicionismo, por ejemplo— y estar asociada a otros trastornos, como el alcoholismo o la personalidad antisocial. No es infrecuente una relación entre la pedofilia y la personalidad obsesiva.[21]Según un estudio,[22] la mitad de ellos no recibió ningún tipo de expresión de afecto durante su infancia y adolescencia, presenta problemas con el consumo de alcohol y no presenta déficit en habilidades sociales, aunque sí falta de empatía hacia sus víctimas, negando además el delito (rasgos no necesariamente acumulables en cada individuo).También se ha señalado que la personalidad del abusador, que disfrutaría sometiendo a un niño y causando un sufrimiento, se encuadra dentro de lo que se denomina «estructura psicológica perversa».[23]]
Fases del abuso sexual El abuso sexual de un menor es un proceso que consta generalmente de varias etapas o fases:Fase de seducción: el futuro abusador manipula la dependencia y la confianza del menor, y prepara el lugar y momento del abuso. Es en esta etapa donde se incita la participación del niño o adolescente por medio de regalos o juegos. Fase de interacción sexual abusiva: es un proceso gradual y progresivo, que puede incluir comportamientos exhibicionistas, voyeurismo, caricias con intenciones eróticas, masturbación, etc. En este momento ya se puede hablar de «abusos sexuales». Instauración del secreto: el abusador, generalmente por medio de amenazas, impone el silencio en el menor, a quien no le queda más remedio que adaptarse. Fase de divulgación: esta fase puede o no llegar (muchos abusos quedan por siempre en el silencio por cuestiones sociales), y, en el caso del incesto, implica una quiebra en el sistema familiar, hasta ese momento en equilibrio. Puede ser accidental o premeditada, esta última a causa del dolor causado a los niños pequeños o cuando llega la adolescencia del abusado. Fase represiva: generalmente, después de la divulgación, en el caso del incesto la familia busca desesperadamente un reequilibrio para mantener a cualquier precio la cohesión familiar, por lo que tiende a negar, a restarle importancia o a justificar el abuso, en un intento por seguir como si nada hubiese sucedido. Tipología de actos abusivos Dentro de los abusos sexuales, es importante distinguir aquellos que van acompañados de violencia de aquellos que no. La violenciapuede provocar dolor físico y, por tanto, determinar las reacciones de rechazo, miedo o de terror. Las segundas pueden ser de distinto tipo, hasta el punto de que algunos niños ni se percatan de que un adulto los ha tocado o tratado de manera impropia.[29]Los tipos específicos de abusos sexuales más frecuentes son los siguientes:Sin contacto físico: exhibicionismo, masturbación delante del menor, observación del niño desnudo, narración o proyección al menor de historias con contenido erótico o pornográfico; Con contacto físico: tocamientos, masturbación, contactos bucogenitales, penetración. El tipo de conductas que se llevan más a cabo (normalmente, repetidas) son los tocamientos y la masturbación mutua; en cuanto a la penetración -oral, vaginal o anal- es menos frecuente.[5]Los abusos sexuales en el ámbito doméstico El abuso sexual de menores en el ámbito familiar es una realidad compleja en la que los factores que pueden configurar un contexto favorable a los mismos son variados y diversos. En principio, el factor crítico no es tanto la consanguinidad entre los participantes, sino el papel parental que desempeña el adulto respecto del menor. Los casos más frecuentes (70-80%) entre los denunciados son los de padrastro-hija y padre-hija. La edad media del menor está entre los 6-8 años y los 12, y la relación se remonta a un tiempo bastante anterior a su descubrimiento con una duración de unos dos años. Si la familia cuenta con más de un hijo, es normal que los abusos afecten también a más de uno de ellos.A menudo (cerca del 50% de los casos), además del abuso sexual hay también abuso físico (maltrato) y negligencia respecto del menor. En muchos casos, pero no siempre, se encuentran historias de incesto en la anamnesis de uno o ambos padres, que han crecido en ambientes degradados o faltos de afecto. En muchas situaciones se ha verificado la presencia de un padre alcohólico o de una patología psiquiátrica en uno o ambos padres.[30]La casuística clínica demuestra queun menor de edad víctima de sevicias sexuales en la familia puede perder sus puntos de referencia afectivos y sufrir una alteración del equilibrio psíquico presente y futuro: pérdida de autoestima, incapacidad de establecer relaciones afectivas armoniosas, dificultades para acceder a una vida sexual y paternal satisfactoria. También existe el riesgo de dejarse implicar en la prostitución.[31]El silencio que recubre la práctica de abusos sexuales dentro de las familias dificulta su conocimiento en un plazo corto de tiempo y, de hecho, los informes de las víctimas suelen ser retrospectivos, frecuentemente obtenidos en el proceso terapéutico. El silencio al respecto por parte del menor obedece a diversos motivos: miedo a no ser creído (de hecho, son frecuentes los casos de incredulidad explícita por parte de familiares no implicados ante las denuncias de los menores); chantajes por parte del adulto; vergüenza por la posible publicidad del asunto; sentimientos de culpa (además, existe la posibilidad de que se detenga al familiar); temor a la pérdida de referentes afectivos; y, sobre todo, la manipulación sobre el sistema perceptivo del menor que realiza el adulto, en forma de una confusión generada al difuminar la identidad exacta del acto que ha constituido el abuso. En este sentido, el menores inducido a dudar de sus propias percepciones, a negar su autenticidad y, al final, ya no sabe qué experimenta de verdad, cuáles son sus sensaciones reales, qué está bien y qué está mal. Entonces se persuade de que la realidad más correcta es la del adulto que la interpreta para él, no la suya. Esta pérdida del ego, debida a la negación del propio sentimiento, a veces puede generar trastornos psíquicos de menor a mayor gravedad, como el desdoblamiento, es decir, la separación de los propios estados psíquicos auténticos o su negación.[32]Por lo demás, la práctica de este tipo de incesto no es exclusiva de familias desestructuradas, sino que se puede encontrar también en ámbitos más estables; en este sentido, el descubrimiento de los casos acaecidos en estos últimos resulta mucho más dificultosos, pues los primeros suelen aflorar en los hospitales.La característica esencial de las familias donde se dan abusos sexuales a los menores es que presentan algún tipo de disfuncionalidad que comporta, normalmente, su tendencia a encerrarse en sí mismas y a aislarse socialmente. Se trata, además, de grupos donde el miedo a la ruptura familiar es perceptible (motivado, en ocasiones, por las dificultades económicas que podría acarrear); consecuentemente, el incesto puede llegar a cumplir la función secundaria de mantener unida a la familia:la casuística muestra que, en casi la mitad de los casos, al constatarse el incesto padre-hija (o padrastro-hija), la armonía de la pareja estaba comprometida y las relaciones conyugales estaban suspendidas desde hacía tiempo. El incesto se convierte así en un poderoso regulador de los problemas de la pareja.[33]El abusador, en estos casos, suele ocupar una posición dominante en el seno de la familia y actúa impidiendo las relaciones de sus miembros con el exterior. En cuanto a la hija, de ser ella la víctima, suele ser la mayor y haber intercambiado su papel familiar con el de la madre, de la que se halla distanciada emocionalmente (es frecuente la presencia en estas familias de madres perturbadas psíquicamente o alcoholizadas).Se han identificado[34] dos grandes tipos de familias proclives a la práctica de abusos sexuales sobre sus menores, caracterizadas ambas por la presencia de parejas de progenitores en las que uno de los miembros es el dominante y autoritario y el otro el subordinado y pasivo. Los hijos suelen estar implicados, consecuentemente, en la relación de pareja con funciones sustitutivas:por un lado, familias donde el perfil patriarcal de su funcionamiento es extremo. El padre es una figura dominante y su comportamiento es autoritario e, incluso, violento. La madre, por el contrario, es pasiva o sumisa, y suele presentar enfermedades físicas o psicológicas que la sitúan en una posición marginal dentro del grupo. En este tipo de familias, una hija reemplaza a la madre, asumiendo también el papel sexual correspondiente. por otro lado, habría familias donde los papeles están invertidos respecto de la anterior; la madre es la figura dominante, aunque se halla frecuentemente alejada del hogar por motivos de trabajo, y el padre adopta una posición subordinada y dependiente respecto de ella, con lo que se alinea psicológicamente con los hijos. En este tipo de familias, el padre busca el consuelo afectivo en una hija, lo que deriva frecuentemente en el incesto. Consecuencias de los abusos sexuales a menoresLas consecuencias del abuso sexual a corto plazo son, en general, devastadoras para el funcionamiento psicológico de la víctima, sobre todo cuando el agresor es un miembro de la misma familia. Las consecuencias a largo plazo son más inciertas, si bien hay una cierta correlación entre el abuso sexual sufrido en la infancia y la aparición de alteraciones emocionales o de comportamientos sexuales inadaptativos en la vida adulta. No deja de ser significativo que un 25% de los niños abusados sexualmente se conviertan ellos mismos en abusadores cuando llegan a ser adultos.[35]Los indicios de posibles abusosExisten dos grandes tipos de indicios[36] que pueden sugerir la existencia de abusos sexuales sobre un menor: los problemas conductuales y las dificultades emocionales.En el primer tipo se incluyen, entre otros, problemas como el fracaso escolar, la negativa a hablar o a interrelacionarse afectivamente con los demás, la tendencia a la mentira, la promiscuidad y excesiva reactividad sexual, los ataques de ira, las conductas autolesivas, la tendencia a la fuga y el vagabundeo, etc.En el segundo tipo se encuentran dificultades como la depresión, la ansiedad, la baja autoestima, los sentimientos de impotencia, la dificultad para confiar en los demás, determinados síntomas psicosomáticos (dolores en diversas partes del cuerpo, por ejemplo), trastornos del sueño o, por el contrario, deseo constante de refugiarse en él, etc.Las consecuencias de los abusos Una gran cantidad de estudios[37] indican que la mayoría de las víctimas infantiles de abusos sexuales sufren daños como consecuencia de los mismos:tienen dificultades para sentirse personas y para crecer con autonomía. [...] Los excesos de estimulación debidos a manipulaciones brutales y a emociones perturbadoras o frustrantes los dejan [...] en un estado sensorial confuso y evanescente: entienden que son prisioneros de la voluntad ajena, se sienten amenazados pero no pueden responder o sustraerse a ella. Todas las referencias sensoriales, afectivas y representativas se confunden cuando un niño es víctima de un abuso sensorial o afectivo que no puede integrar. [...] Cuando un adulto abusa de la propia fuerza y del propio poder, el niño no puede oponerse en un plano de igualdad: no posee el lenguaje, aún no es autónomo, su vida depende de los mayores. [...] Sirviéndose del niño como objeto sexual, asustándolo y sobreexcitándolo cuando aún no es libre de elegir o sustraerse, cuando aún no está en condiciones de simbolizar las experiencias a nivel cognitivo, de expresarlas en palabras y de valorarlas por lo que son, el que abusa de él, con sus intervenciones irrespetuosas en relación con los ritmos de crecimiento y las exigencias del pequeño, puede interrumpir su proceso de humanización, «petrificarlo», con consecuencias cuyos efectos pueden hacerse sentir a muchos años de distancia.[38]Con todo, la coexistencia de una historia de abuso sexual infantil y los trastornos adultos no prueban que el abuso «causara» el trastorno. En muchas familias en donde se han producido abusos sexuales, hay otros problemas familiares (alcoholismo de los padres, abusos emocionales, discordias maritales) que igualmente son dañinos para los niños. Los factores genéticos también pueden entrar en la ecuación, quizá por afectar al grado de vulnerabilidad y resistencia del individuo.[39]El impacto de la agresión sexual está condicionado por, al menos, cuatro variables que se hallan interrelacionadas:el perfil individual de la víctima (respecto del cual es más importante que su edad o el sexo, el contexto familiar donde vive); las características de la agresión (cuya gravedad es proporcional a la frecuencia, duración y violencia con que se ha producido); la relación entre víctima y abusador: las pruebas muestran que los efectos psicológicos más graves se producen cuando el abusador es una persona conocida en la que el menor confía;[40] y las consecuencias provocadas por el descubrimiento del abuso (sobre todo en lo que se refiere a si el abusado es creído o no; una respuesta inadecuada del entorno de la víctima puede complicar el proceso de recuperación). Por otra parte, se ha estudiado también el dilema al que se enfrentan los niños que han sufrido un abuso cuando han intentado comunicar su experiencia, y que explicaría los enormes problemas que tienen los menores para contar con coherencia y de inmediato la agresión sufrida. R. C. Summit definió, en este sentido, el SAASN (Child Sexual Abuse Accomodation Syndrome: síndrome de acomodación del niño al abuso sexual) de acuerdo con cinco etapas:[41]secreto indefensión acomodación y trampa revelación diferida, contradictoria y poco convincente y retractación. Por lo demás, algunos agresores fomentan el silencio de la víctima sugiriéndole a esta que lo que ha ocurrido es un secreto compartido o amenazándola directamente.Consecuencias del incesto En cuanto a las consecuencias de los abusos sexuales intrafamiliares,la casuística muestra que casi el 30% de las mujeres que recurren a un tratamiento psiquiátrico refieren una historia de incesto. Prácticamente todos los síndromes psiquiátricos conocidos han sido señalados como posibles consecuencias de una experiencia de incesto: frigidez, promiscuidad sexual, fantasías o relaciones homosexuales, delincuencia, depresión con tendencias suicidas, fobia, psicosis después del parto, anorexia nerviosa, crisis histéricas y ataques de ansiedad. Análogamente se ha comprobado que muchas mujeres que han sido violadas en más de una ocasión han sido víctimas de incesto. También los estudios realizados con prostitutas han demostrado que cerca del 50% de ellas tenían a sus espaldas un historial de abusos sexuales entre los muros domésticos [...] Entre los drogadictos graves [...] a menudo hay mujeres víctimas de una experiencia anterior de incesto. También se ha observado que un porcentaje considerable de los hombres que se encuentran en la cárcel por delitos sexuales [...] había estado sexualmente implicado con algún miembro de su familia.[42]Según Jean Goodwin,[43] se pueden describir las consecuencias de este tipo de abusos atendiendo a los distintos estadios del desarrollo: infancia, edad preescolar, edad de latencia, adolescencia y edad adulta.En la infancia, además de algunos síntomas fisiológicos, se produce un miedo inesperado a los hombres o un apego a la madre también excesivo.La edad preescolar (4-6 años) es la etapa en la que se producen las situaciones más complejas, debido a que el menor siente auténtico terror ante la posibilidad de perder el afecto y la protección de su familia, por lo que tiene fuertes sentimientos de culpa ante los hechos acaecidos.La edad de latencia (6-12 años) presenta el mayor porcentaje de menores que confiesan haber sufrido abusos familiares. Aun siendo ya conscientes de lo que les ha pasado, suelen usar la fantasía como defensa y suelen expresarse metafóricamente al respecto. Entre las consecuencias más evidentes están el rechazo a la escuela y la idealización de la familia.Los adolescentes sometidos a abusos sexuales suelen recurrir con frecuencia a las fugas de casa (no tanto como huida, sino como declaración simbólica de su culpabilidad), la promiscuidad sexual, los intentos de suicidio (habitualmente, entre los 14 y 16 años y motivados por el sentimiento de culpa por haber traicionado a la madre, el sentimiento de fracaso por haber sido causa de disolución familiar, las dificultades para entablar relaciones sexuales normales tras los abusos...), las crisis histéricas, etc.Los agresores Muchos estudios y experiencias forenses demuestran que sólo unos pocos de estos agresores sexuales pueden ser diagnosticados como psicópatas sexuales -cuyo reto en la intervención sí que consideramos francamente complejo- y, por tanto, la posibilidad del tratamiento y la rehabilitación del resto de agresores sexuales se convierten en una realidad factible.[52]El abusador de niños es una persona razonablemente integrada en la sociedad, en cualquier caso siempre mucho más que un violador. Suelen carecer de historial delictivo. En consecuencia, su actitud habitual ante el problema es negarlo o minimizarlo, con el objeto de no ser identificado como tal por la sociedad, en la que el abuso sexual a menores genera un gran rechazo y es objeto de sanciones penales.El pederasta puede aprender a controlar su conducta, pero no la inclinación pedófila, la cual es causa de sufrimiento en una parte de los pederastas (conscientes de su proclividad a los abusos sexuales) pero no en todos. Por lo demás, no todos los pederastas son pedófilos, pues en muchos casos solo están usando a los niños como sustitutos de adultos a los que no pueden acceder para mantener relaciones sexuales con ellos.Se han señalado cuatro categorías principales de negación por parte de los abusadores sexuales, las cuales implican sendos tipos de dificultades a la hora del tratamiento:[53]negación de los hechos: se trata de la categoría que implica la forma más difícil de tratar y superar el problema; negación de conciencia: el abusador echa la culpa a distintos aspectos no controlables por él, como el alcohol, impulsos irrefrenables, etc. negación de responsabilidades: el abusador atribuye la culpa a la víctima; negación del impacto: el agresor acepta su responsabilidad, pero minimiza sus consecuencias. El tratamiento psicológico para los abusadores que aceptan someterse al mismo, y para el que deben haberse resuelto previamente esas formas de negación, es muy parecido al utilizado para adicciones como el alcohol se suele centrar en las siguientes líneas de actuación:[54]la prevención de nuevos episodios de abuso; la modificación de las ideas distorsionadas en relación con el abuso sexual; la supresión o reducción de los impulsos sexuales inadecuados; el aumento de la excitación heterosexual adecuada y de las habilidades sociales requeridas; el entrenamiento en autocontrol y solución de problemas; mejora de la autoestima; las estrategias de prevención de recaídas. El menor ante su denuncia La verificación de una acusación de abuso sexual no es una tarea fácil. Existen dos principios básicos de actuación que hay que manejar siempre: por un lado, asumir que cada caso es distinto de todos los demás, aunque solo sea en un matiz o detalle; por otro, que el interés en la protección del menor debe ser prioritaria, pues la revelación del abuso puede interrumpir este y, por el contrario, las actitudes indecisas y superficiales ante determinadas evidencias pueden agravar las consecuencias del mismo.En general, si bien es cierto que puede existir, tanto en adultos como en menores, la inducción de falsas denuncias o de falsos recuerdos a través de diversos mecanismos,no es frecuente (aunque en algún caso raro es posible) que los niños denuncien falsamente un abuso mintiendo por oportunismo.[55]A este respecto, son más frecuentes las falsas retracciones, debido a que la inherente vulnerabilidad del menor puede llevarle a sentir terror ante las consecuencias de su denuncia. Estas retracciones se originan en motivos como el temor a las amenazas, la relación afectiva con el abusador, los sentimientos de culpa cuando es un caso de incesto, el sentimiento de vergüenza, etc.Cuando la actitud del menor es el silencio, esto se puede deber a su percepción de que lo que le ha ocurrido es algo normal, a que no es capaz de identificar conceptualmente lo que ha sufrido, al recelo que siente por todos los adultos, al miedo a destruir los vínculos familiares en el caso del incesto, etc.Por otro lado, en ambientes familiares y sociales difíciles, el placer que deriva de los juegos con trasfondo sexual puede ser la única forma de placer que el niño consigue experimentar y es, por tanto, comprensible que se aferre a ella.[56]Además, es posible que la revelación del abuso por parte del menor se haga de forma enmascarada, esto es, a través de síntomas, y no de palabras, de tipo psicosomáticos y conductuales.Se distinguen dos tipos de enfoque para abordar el tema de la validez de las declaraciones del menor: el enfoque de los estándares y el enfoque de los indicadores. El primero presta especial atención al proceso a través del cual se va a realizar la entrevista con el menor y a cómo se van a evaluar sus resultados; el segundo, por el contrario, busca relacionar las respuestas emocionales, conductuales o fisiológicas del niño con las de otros con un historia de abusos sexuales ya comprobado.[57]Para la evaluación de la veracidad de las declaraciones, se está utilizando con preferencia, aunque en una fase de desarrollo y refinamiento, un método conocido con el nombre de «análisis de la validez de la declaración» (statement validity analysis) y su elemento centro llamado «análisis del contenido basado en criterios» (criteria-bases content analysis),que se centra en las declaraciones realizadas sobre el abuso sexual en sí mismo. Se basa en el supuesto de que las afirmaciones realizadas por un niño sobre sucesos que realmente ha experimentado difieren de manera cuantificable de las afirmaciones falsas o producto de su fantasía, de manera que un análisis de la declaración prestada puede discriminar entre una declaración verdadera o falsa sobre lo sucedido.[58]Pederastia e internet Los pederastas suelen intercambiar información sobre cómo engañar a los padres de un niño, cómo intercambiar pornografía de forma privada y cómo evitar ser descubiertos. Los foros en los que operan son cada vez más cerrados. Los que tienen conocimientos sobre seguridad en internet los comparten con los demás, de modo que cada vez son más difíciles de localizar, si bien los métodos de la policía son, también, cada vez más sofisticados.[59]Las imágenes que se suelen ver por internet proceden de lo que la Policía llama «intercambio altruista`>. Normalmente no son colocadas por organizaciones, sino por los propios pederastas, que muchas veces las obtienen de su entorno familiar (hijos, sobrinos, hijos de vecinos...).[59]Los policías expertos en internet han explicado en reiteradas ocasiones que los pederastas se infiltran a menudo en chats de adolescentes, haciéndose pasar por personas de su misma edad y consiguiendo en algunos casos que lleguen a desnudarse frente a la webcam. También intentan obtener sus teléfonos para tratar de lograr un contacto real. Lo más usual es que el pederasta entre en un chat, se registre con un apodo y abra una sala de usuario en la que, en apenas media hora, puede intercambiar decenas de fotos y vídeos. Luego la sala desaparece.[59]De acuerdo con diversos informes policiales, los pederastas empiezan con imágenes más suaves y van derivando hacia imágenes cada vez más duras y con víctimas más jóvenes, lo que les lleva a desear un contacto real que, en muchos casos, se acaba satisfaciendo en el denominado «turismo sexual».[59]]
Regulación jurídica Hoy día las relaciones sexuales consentidas entre un adulto y un muchacho pueden ser legales penalmente en cualquier país donde la edad legal para mantener relaciones sexuales consentidas sea más baja que la mayoría de edad (dieciocho años). Sin embargo, si se carece de este consentimiento, se comete un abuso sexual punible. Este marco penal castiga la falta de consentimiento en la práctica sexual y además contempla agravantes y circunstancias modificativas específicas en los casos de minoría de edad.Puede faltar el consentimiento por tres causas principales: la incapacidad del sujeto pasivo de dar consentimiento válido (en este sentido únicamente cabe contemplar la falta de edad suficiente para otorgar dicho consentimiento), la falta de consentimiento por parte del sujeto pasivo y la emisión de un consentimiento que carezca de validez (generalmente, por engaño doloso suficiente e idóneo).La mera tendencia sexual (pedofilia) no se encuentra penada en la inmensa mayoría del derecho penal al ser un derecho penal de acto y no un derecho penal de autor. Sin embargo, en algunas conductas determinadas, incluso los Códigos penales occidentales contemplan delitos que castigan la mera tendencia.[60]·         189.2. El que para su propio uso posea material pornográfico en cuya elaboración se hubieran utilizado menores de edad o incapaces, será castigado con la pena de tres meses a un año de prisión o con multa de seis meses a dos años. ·         189.7. Será castigado con la pena de prisión de tres meses a un año o multa de seis meses a dos años el que produjere, vendiere, distribuyere, exhibiere o facilitare por cualquier medio material pornográfico en el que no habiendo sido utilizados directamente menores o incapaces, se emplee su voz o imagen alterada o modificada.[61] Así, pues, el elemento principal es el consentimiento, y es por ello que se requiere que el adolescente presente una edad mínima exigida por la ley, a fin de poseer el elemento volitivo que otorgue validez a la voluntad del consentimiento.[62]Por ello, de no tener dicha edad mínima, se consideraría automática pederastia y sería tratado como delito, que en la mayoría de los códigos penales no queda contemplado de forma expresa, ya que se encuentra subsumido de forma tácita en los delitos de abuso sexual cualificado, agresión sexual cualificada y otros delitos sexuales de carácter heterogéneo, como la exhibición obscena ante menores, la facilitación de pornografía a menores o la tenencia y fabricación de pornografía de menores.[62]De tener dicha edad, únicamente sería penado si la práctica no fuera consentida o el consentimiento fuera nulo (generalmente por vicio o engaño doloso suficiente e idóneo). Si así fuera, la pederastia comprendería los delitos sexuales tipificados por la ley con las circunstancias modificativas y cualificaciones genéricas y específicas aplicables al caso concreto.[62]Derecho internacional También en el ámbito internacional se han desarrollado instrumentos que dentro de la protección general de la niñez hacen especial incapié en el cuidado frente a los abusos sexuales:Convención Americana Sobre Derechos Humanos Artículo 19. Todo niño tiene derecho a las medidas de protección que su condición de menor requieren por parte de su familia, de la sociedad y del estado. [63]Convención Iberoamericana de Derechos de la Juventud Artículo 11.Derecho a la protección contra el abuso sexual. Los Estados Partes adoptarán las medidas que sean necesarias para evitar que la explotación, el abuso o el turismo sexual o de cualquier otro tipo de violencia o malos tratos de los jóvenes y promoverá la recuperación física, psicológica y económica de las víctimas.[64]Convención sobre los Derechos del Niño-Naciones Unidas Artículo 19 1. Los Estados Partes adoptarán todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de los padres, de un representante legal o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo. Artículo 34 Los Estados Partes se comprometen a proteger al niño contra todas las formas de explotación y abuso sexuales. Con este fin, los Estados Partes tomarán, en particular, todas las medidas de carácter nacional, bilateral y multilateral que sean necesarias para impedir: 1. La incitación o la coacción para que un niño se dedique a cualquier actividad sexual ilegal; 2. La explotación del niño en la prostitución u otras prácticas sexuales ilegales; 3. La explotación del niño en espectáculos o materiales pornográficos.Artículo 36 Los Estados Partes protegerán al niño contra todas las demás formas de explotación que sean perjudiciales para cualquier aspecto de su bienestar. [65]Notas Para algunos autores, como se indica más adelante en el artículo, es relevante para la definición de «abuso sexual» la especificación de la no existencia de consentimiento por parte del menor en las conductas sexuales llevadas a cabo con el adulto. Cf. María LAMEIRAS FERNÁNDEZ, Aproximación psicológica..., págs. 68-69. Enrique Echebúrua y Cristina Guerricaechevarría: Abuso sexual en la infancia: víctimas y agresores. Un enfoque clínico (pág. 1). Barcelona: Ariel (2.ª ed.), 2005. ISBN 978-84-344-7477-2. Cf. ibídem, pág. 3. ↑ a b Cf. María LAMEIRAS FERNÁNDEZ, «Aproximación psicológica...», pág. 72. Cf. Enrique Echebúrua y otros, «Indicaciones terapéuticas...», pág. 116. La diferencia entre los delitos que están registrados oficialmente (las conocidas como «cifras manifiestas») y los totales extrapolados del cálculo de número de víctimas de abusos sexuales en una muestra aleatoria. Enrique Echebúrua y Cristina Guerricaechevarría: Abuso sexual en la infancia: víctimas y agresores. Un enfoque clínico (pág. 12). Barcelona: Ariel (2.ª ed.), 2005. ISBN 978-84-344-7477-2. Cf. ibídem, págs. 27-28. Cf. María LAMEIRAS FERNÁNDEZ: «Aproximación psicológica...», págs. 60-61. Cf. «Estupro», en el Diccionario de la Real Academia Española. María LAMEIRAS FERNÁNDEZ: «Aproximación psicológica...», pág. 68. Cf., por ejemplo, el titular de esta noticia en el periódico español El Mundo. Cf. RAE (2001): «Pederastia» en Diccionario de la lengua española, 22.ª ed. y María Moliner: Diccionario de uso del español. Madrid: Gredos (2.ª ed.), 1998, ISBN 84-249-1973-4: 1. Abuso sexual cometido con niños.
2. Sodomía [que se define en otra parte como ‘práctica del coito anal’]. Esta identificación entre «pederastia» y «abuso sexual infantil» no siempre se produce en la bibliografía especializada; por ejemplo, para Anna Oliverio Ferrari y Bárbara Graziosi, la pederastia se define como ‘una forma de homosexualidad basada en la atracción por los adolescentes y los jovencitos’ (en Qué es la pedofilia, pág. 52), entendiéndola así como una variante de la pedofilia. Platón, en El banquete dice: El otro, en cambio, procede de Urania, que, en primer lugar, no participa de hembra, sino únicamente de varón —y es éste el amor de los mancebos—, y, en segundo lugar, es más vieja y está libre de violencia. De aquí que los inspirados por este amor se dirijan precisamente a lo masculino, al amar lo que es más fuerte por naturaleza y posee más inteligencias. Incluso en la pederastia misma podría uno reconocer también a los auténticamente impulsados por este amor, ya que no aman a los muchachos, sino cuando empiezan ya a tener alguna inteligencia, y este hecho se produce aproximadamente cuando empieza a crecer la barba.El Banquete Enrique Echebúrua y Cristina Guerricaechevarría: Abuso sexual en la infancia: víctimas y agresores. Un enfoque clínico (pág. 79). Barcelona: Ariel (2.ª ed.), 2005. ISBN 978-84-344-7477-2. Para una explicación del valor semántico de los términos, véase José Antonio Díaz Rojo, op. cit. Cf., por ejemplo, Anna Oliveiro Ferraris y Barbara Graziosi, ¿Qué es la pedofilia? María LAMEIRAS FERNÁNDEZ: «Aproximación psicológica...», pág. 71. Enrique Echebúrua y Cristina Guerricaechevarría: Abuso sexual en la infancia: víctimas y agresores. Un enfoque clínico (pág. 82). Barcelona: Ariel (2.ª ed.), 2005. ISBN 978-84-344-7477-2. Cf. María José Beneyto Arrojo, «Intervención con hombres...», págs. 141-142. Cf. Enrique Díaz López, «La estructura perversa». Enrique Echebúrua y Cristina Guerricaechevarría: Abuso sexual en la infancia: víctimas y agresores. Un enfoque clínico (pág. 84). Barcelona: Ariel (2.ª ed.), 2005. ISBN 978-84-344-7477-2. Cf. Anna Oliverio Ferraris y Barbara Graziosi, ¿Qué es...?, pág. 100. Cf. ibídem, pág. 99. Cf. G. Dómini et alii: «Pedofilia e necrofilia, tratti comuni e differenziali», en Psichiatría e psicoterapia analítica (págs. 135-144), 18, n.º 2, junio de 1999; ápud Anna Oliverio Ferraris y Barbara Graziosi: ¿Qué es...?, págs. 92-93. Cf. ibídem, pág. 93. Anna Oliverio Ferraris y Barbara Graziosi, ¿Qué es...?, pág. 170. Anna Oliverio Ferraris y Barbara Graziosi, ¿Qué es...?, pág. 109. Ibídem, pág. 102. Ibídem, pág. 111. Ibídem, pág. 112. Cf. Ibídem, págs. 118-120. Enrique Echebúrua y otros, «Indicaciones terapéuticas...», pág. 134. Cf. Anna Oliverio Ferraris y Barbara Graziosi, ¿Qué es...?, págs. 130-131. Cf. J. J. Freyd, Abusos sexuales..., pág. 43. Anna Oliverio Ferraris y Barbara Graziosi, ¿Qué es...?, págs. 127-128. J. J. Freyd, Abusos sexuales..., pág. 43. Cf. J. J. Freyd, ibídem, pág. 73. Ápud, ibídem, pág. 54. Anna Oliverio Ferraris y Barbara Graziosi, ¿Qué es...?, págs. 123-125. Ápud ibídem, pág. 131 y ss. Cf. J. J. Freyd, Abusos sexuales..., pág. 33. Cf. ibídem, pág. 49. En las dos últimas décadas del siglo XX se difundió en Estados Unidos una especie de «moda del trauma sexual precoz», que llegó a hacer necesario la creación de una fundación (la False Memory Syndrome Foundation o fundación para el síndrome de la memoria falsa) para luchar contra el síndrome de los «falsos recuerdos». El origen, en parte, estuvo en el libro titulado El valor de curar (1988), de Ellen Bajo y Laura Davis, dos falsas psicólogas que planteaban la posibilidad de inducir a pacientes el recuerdo de abusos sexuales a los que hubiesen estado sometidos durante su infancia. La consecuencia fue que se llegó a acusar a muchas personas inocentes de ese tipo de hechos (cf. Anna Oliverio Ferraris y Barbara Graziosi, ¿Qué es...?, págs. 143-151). J. J. Freyd, Abusos sexuales..., pág.15. Ibídem, págs. 72-73. Cf. ibídem, pág. 65. Cf. ibídem, pág. 66 y ss. Cf., para una presentación de las principales intervenciones terapéuticas sobre el menor, el capítulo 5 («Efectos del abuso y posibles intervenciones») de Anna Oliverio Ferraris y Barbara Graziosi, ¿Qué es la pedofilia?. María José Beneyto Arrojo, «Intervención con hombres...», pág. 139. Cf. Anna Oliverio Ferraris y Barbara Graziosi, ¿Qué es...?, pág. 217. Cf. J. J. Freyd, Abusos sexuales..., págs. 90 y ss. Anna Oliverio Ferraris y Barbara Graziosi, ¿Qué es...?, pág. 152. Ibídem, pág. 155. Cf. José Cantón Duarte y María del Rosario Cortés Arboleda, «Evaluación pericial...», págs. 86 y ss. José Cantón Duarte y María del Rosario Cortés Arboleda, «Evaluación pericial...», pág. 102. ↑ a b c d e f g Pederastia, el peor de los virus, 20minutos, 4 de octubre de 2008. Cf. Francisco Muñoz Conde: Derecho penal (parte especial). Valencia (España): Tirant lo Blanch (16.ª edición), 2007. ISBN 978-84-8456-942-8. En referencia a los delitos del 189.2 y 189.7 del Código penal español, que castiga la posesión (delito de tenencia) de pornografía infantil y la fabricación de pornografía infantil «incluso cuando no se hubieran empleado menores» (por ejemplo, el añadido digital de voces de menores a una película pornográfica de adultos). Código penal española b c Francisco Muñoz Conde, Derecho penal (parte especial). Valencia (España): Tirant lo Blanch (16.ª edición), 2007. ISBN 978-84-8456-942-8. Convención americana sobre derechos humanos o Pacto de San José de Costa Rica [Convención Iberoamericana de Derechos de la Juventud http://translate.google.com.ar/translate?hl=es&langpair=en|es&u=http://www.unyouth.co/index.php%3Foption%3Dcom_docman%26task%3Ddoc_download%26gid%3D1%26Itemid%3D87] Convención sobre los derechos del niño-Asamblea de Naciones Unidas Fuentes bibliográficas BANGE, Dirk: «Abusos sexuales de los niños», en Mente y cerebro (págs. 38-43), 32, 2008. BARUDY, Jorge (1998). El dolor invisible de la infancia. Madrid: Paidós. ISBN 84-493-0494-6. BENEYTO ARROJO, María José: «Intervención con hombres que agreden sexualmente a menores», en María LAMEIRAS FERNÁNDEZ (coord.): Abusos sexuales en la infancia. Abordaje psicológico y jurídico (págs. 139-157). Madrid: Biblioteca Nueva, 2002. ISBN 978-84-9742-010-5 CANTÓN DUARTE, José, y María del Rosario CORTÉS ARBOLEDA: «Evaluación pericial de los abusos sexuales en la infancia», en María LAMEIRAS FERNÁNDEZ (coord.): Abusos sexuales en la infancia. Abordaje psicológico y jurídico (págs. 85-113). Madrid: Biblioteca Nueva, 2002. ISBN 978-84-9742-010-5 ECHEBURÚA, Enrique y Cristina GUERRICAECHEVARRÍA: Abuso sexual en la infancia: víctimas y agresores. Un enfoque clínico (pág. 1). Barcelona: Ariel (2.ª ed.), 2005. ISBN 978-84-344-7477-2. ECHEBURÚA, Enrique y otros: «Indicaciones terapéuticas para los menores víctimas de abuso sexual», en María LAMEIRAS FERNÁNDEZ (coord.): Abusos sexuales en la infancia. Abordaje psicológico y jurídico (págs. 115-137). Madrid: Biblioteca Nueva, 2002. ISBN 978-84-9742-010-5 FREYD, Jennifer J.: Abusos sexuales en la infancia. La lógica del olvido [1996], trad. de Pablo Manzano. Madrid: Morata, 2003. ISBN 978-84-7112-477-7 GELITZ, Christiane: «Entrevista a Klaus Beier (responsable de un centro de tratamiento de pederastas)», en Mente y Cerebro (págs. 44-47), 32, 2008. LAMEIRAS FERNÁNDEZ, María: «Aproximación psicológica a la problemática de los abusos sexuales en la infancia», en María LAMEIRAS FERNÁNDEZ (coord.): Abusos sexuales en la infancia. Abordaje psicológico y jurídico (págs. 61-83). Madrid: Biblioteca Nueva, 2002. ISBN 978-84-9742-010-5 OLIVERIO FERRARIS, Anna y Barbara GRAZIOSI: ¿Qué es la pedofilia?. Barcelona: Paidós, 2004. ISBN 978-84-493-1637-1

1 comentario:

  1. Te aconsejo que acortes las entradas por que si no el blog se hace largo y demora el doble en cargar.

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